¿Acaso no matan a los caballos?
«El juez estaba muy equivocado. Ella no sufrió. Estaba relajada y tranquila, y sonreía. ¿Entonces cómo podía sufrir? Y no estaba sin amigos. Yo era su mejor amigo.
— Señoría, pedimos la clemencia del tribunal. Este muchacho admite haber matado a la chica, pero para hacerle un favor personal.»