El secreto bajo el viejo roble
«Y allí estaba el gran Gus Piamontese, sentado en una silla delante de mí; maniatado, impasible ante el arma que le apuntaba directamente a la cabeza y que sujetaba con dificultad mi temblorosa mano. Su rostro se mantenía imperturbable. El miedo no era para personas como él.
— Te estás equivocando, Mike.»