Reina del suspense, o la gran dama del misterio, o la reina del crimen. Incluso fue llamada la reina del mal (ahí queda eso).
Me estoy refiriendo a Agatha Christie, naturalmente.
La reina de la ambigüedad
En mi opinión, su principal mérito no es el número de obras, sino que sin duda Agatha marcó un antes y un después en la narrativa de suspense, gracias a su personal manera de hilvanar las historias, su ironía y su sentido analítico.
Sus crímenes destilaban elegancia, no se derramaba ni una sola gota de sangre, no había escenas escabrosas ni de terror.
Tenía además la habilidad de combinar los elementos de la historia de una manera tan clara y a la vez tan ambigua que al final, cuando Poirot o Miss Marple reúnen las piezas y exponen la solución, el pobre lector constata de nuevo que:
- Esta vez la escritora tampoco ha hecho trampa: el asesino y las pistas están ahí desde el principio.
- Esta vez el lector tampoco ha acertado quién era el asesino.
Bueno, al menos eso es lo que me ocurre a mí cada vez que leo una de sus novelas.
El misterioso caso de Styles
Agatha Mary Clarissa Miller se casó con Archibald Christie en 1914, el año que estalló la Primera Guerra Mundial. Archie fue enviado a combatir en Francia y Agatha se presentó voluntaria y trabajó como enfermera. En ese tiempo atesoró un importante bagaje sobre medicamentos, drogas y venenos, lo que le vendría muy bien al escribir sus novelas futuras.
En 1920, al poco de cumplir 30 años, publicó su primera obra. Se trataba de El misterioso caso de Styles, en el cual intervenía ya Hércules Poirot, sin duda su personaje más famoso.
Sus escritos destacaron siempre por presentar criminales cuyas motivaciones psicológicas son perfectamente creíbles. Es el reflejo de uno de sus convencimientos más arraigados: cualquiera puede ser un asesino si se dan las circunstancias idóneas para ello.
Aunque en 1928 se divorció, continuó usando siempre el apellido de su primer marido como autora de sus obras.
Cómo encontré a Agatha
Confieso que es una de mis autoras favoritas desde que, siendo yo una niña de diez o doce años, cayó en mis ávidas manos de lectora su novela Diez negritos (título que, por cierto, está prohibido en algunos países. En Estados Unidos la novela se titula And Then There Were None, es decir “Y no quedó ninguno”).
En esa época, en mi entorno, las madres eran casi siempre amas de casa y los niños que iban de colonias no eran la mayoría ni mucho menos. En general, pasábamos las vacaciones en casa, jugando con los amigos en la calle. O leyendo todas las horas del día, como hacía yo.
La historia de los Diez negritos me fascinó, simplemente. Sobre todo el final, que para mí fue del todo inesperado. Aún recuerdo el estupor cuando me di cuenta de que yo podría haber sabido quién era el asesino, porque todo estaba allí, delante de mis ojos, pero se me escapó. Y pensé que la próxima vez me fijaría más y no se me escaparía el villano.
Más tarde supe que esa es la novela de asesinatos más vendida de todos los tiempos, con 100 millones de ejemplares. Y no me extraña nada, nada.
Así que, alucinada como estaba, empecé a buscar otras novelas de la misma autora, y descubrí que tenía un montón para elegir, primero en mi casa y cuando las acabé, en la biblioteca.
Almas gemelas
Uno o dos años más tarde, leí una de sus novelas que incluía en la contraportada una breve biografía y me picó la curiosidad. Se me ocurrió buscar información sobre su vida (recuerda que entonces no existía internet, había que ir a la biblioteca a ver qué encontrabas) y descubrí que teníamos muchas cosas en común.
Parece que fue una niña tímida y retraída, con escasa facilidad para hacer amigos, y que se pasaba la vida leyendo. ¡Como yo!
Y supe que teníamos también en común otra característica funesta: su padre murió de un ataque cardíaco cuando ella tenía 11 años. Exactamente igual que mi padre cuando yo tenía esa misma edad.
Esa circunstancia me sugestionó de manera que estuve convencida de que éramos algo así como almas gemelas. A partir de entonces y hasta el día de hoy soy acérrima admiradora suya sin que me haya decepcionado ni uno sólo de sus enigmas.
La última novela de Agatha… y de Poirot
A partir de 1971, la salud de Agatha Christie empieza a decaer y en la que sería su última novela, Telón (1974), imagina la muerte del personaje Hércules Poirot, concluyendo la carrera del detective de ficción después de casi sesenta años.
En fin, no sé si a mí me servirá su método… pero lo probaré.
Imagenes procedentes de The Christie Archive Trust.
Más información en:
Pues yo como tu, soy fan de Agatha Christie.
Cuando mi hijo era pequeño íbamos de camping y habia un estanco en la plaza que vendia de todo . Tenia cantidad de libros de bolsillo de esa autora y durante el tiempo que estuvimos allí creo que me tragué un montón. Desde entonces he leido varios aunque no
tengo todos.
He visto las películas que han dado por la tele y me encantan. Creo que están muy bien ambientadas y Hércules Poirot está caracterizado como ella lo describe.
Es que Agatha es Agatha!!!
Ahora están más de moda otro tipo de novelas más explícitas, con escenas violentas y sangrientas descritas con detalle. Ella nunca se apoyó en el morbo y por eso ahora hay lectores que consideran que sus novelas son «inocentes», pero ella sabía mantener el suspense como nadie.
Gracias por tu comentario.