Cuando hablamos de las primeras novelas policiacas, pensamos en Sherlock Holmes o Hércules Poirot o Philip Marlowe o Auguste Dupin o Miss Marple o el inspector Maigret o…
¿Y los detectives españoles? ¿Cuáles fueron los primeros personajes de este género que aparecieron protagonizando novelas en castellano?
¿Cuándo apareció la novela criminal española?
La aparición del género policial
Como ya te había comentado en posts anteriores, en países como Inglaterra, Estados Unidos o Francia, ya a mediados del siglo XIX, empezaron a publicarse novelas policíacas o de crímenes.
Ya te hablé del estadounidense Edgar Alan Poe y “Los crímenes de la calle Morgue”, publicada en 1841 y considerada la novela precursora del género criminal.
En Inglaterra, Arthur Conan Doyle publicó en 1887 su primera novela de Sherlock Holmes. Agatha Christie publicó su primer relato, “El misterioso caso de Styles”, en 1920. También brillan con luz propia Dorothy L. Sayers con su personaje de Lord Peter Wimsey, G. K. Chesterton con su personaje del padre Brown, y otros muchos.
En Francia, en 1905, Maurice Leblanc publica la primera novela de su personaje más famoso: “Arsenio Lupin, caballero ladrón”.
Le sigue Gaston Leroux que publicó en 1908 “El misterio del cuarto amarillo”, uno de los primeros relatos de cuarto cerrado.
El género policial en España
En España, la novela criminal apareció más tarde, ya comenzado el siglo XX, siguiendo el ejemplo de esas historias en inglés y en francés. Por aquella época, tenían mucho éxito las crónicas de sucesos que aparecían en los periódicos y eran muy celebradas las novelas de bandoleros y las de causas célebres.
Se denominaba “causa célebre” a un asunto o incidente que provocase gran controversia y que alentase el debate público. Se trataba a menudo de célebres casos legales (de ahí su nombre).
A veces se cita como primera novela criminal española una novela corta aparecida en 1853: “El clavo”, de Pedro Antonio de Alarcón, influido seguramente por su estancia en París y por la lectura de los cuentos policiales de Edgar Allan Poe.
Sin embargo, los estudiosos indican que “El clavo” no es exactamente una novela policíaca, sino más bien del género de las causas célebres, dado que carece de indagación y solución racional estricta, que es una de las características imprescindibles en una novela criminal.
La pionera de la literatura policíaca española fue la escritora gallega Emilia Pardo Bazán, que conocía bien las novelas de Sir Arthur Conan Doyle y que publicó en la primera década del siglo XX varios cuentos criminales, así como la novela corta “La gota de sangre” (1911), donde el protagonista revela el enigma a partir de la visión de una mancha de sangre que lleva un hombre en su camisa.
Se cuenta que escribió esta novela de menos de 100 páginas como experimento de un género que triunfaba en Europa pero no aquí.
Después vendrían “¿Quién disparó?” (1909) y “Una mancha de sangre” (1915), ambas de Joaquín Belda. También destacan las protagonizadas por el personaje de Juan Bandells, un periodista que trabajaba en la publicación “El Grito” y que colaboraba con el inspector Villabaja. Este personaje fue creado por E.C. Delmar, pseudónimo tras el que se escondía Julián Amich Bert, un capitán de la Marina Mercante, nacido en Tarragona en 1895.
Estas primeras novelas en castellano eran aún muy simples, pero sin duda hay que considerarlas como las pioneras de la literatura policíaca española.
La traducción de novelas extranjeras
Sin embargo, en la etapa entre el inicio de siglo y el final de la Guerra Civil, (1939), la creación autóctona era escasa y se suplía gracias a una importante labor de traducción de obras inglesas, francesas e incluso estadounidenses, apareciendo diversas colecciones de publicaciones de género policíaco.
Entre todas ellas, la más destacada fue la “Biblioteca Oro”, de la Editorial Molino, que, desde 1933 hasta 1976, tradujo y publicó la obra de famosos escritores extranjeros y promovió una afición a la lectura de ese tipo de relatos consiguiendo un buen número de lectores asiduos.
En los años 40 y 50, los de mayor actividad traductora, la iniciativa de la Editorial Molino fue secundada por la “Serie Wallace” de Cisne, la “Biblioteca Iris” de Bruguera o la “Colección Misterio” de Clíper, entre otras.
Este afán traductor demuestra que, si bien la producción autóctona era exigua, siempre existió un amplio público lector adicto a este tipo de literatura.
Desde la Guerra Civil (1939) hasta el fin del franquismo (1975)
Las primeras colecciones populares publicadas en los años 40 incluían sobre todo obras españolas que, pese a su calidad literaria, eran firmadas con pseudónimo para seguir la tradición del género y, sobre todo, a causa del menosprecio con que se consideraba en España a esta clase de textos.
El hecho es que se consideraba a la novela policial como un “género menor” y, sin embargo, tenía una legión de lectores aficionados al tema.
En los años siguientes, la narrativa policial autóctona seguía siendo francamente escasa y continuó la prolífica actividad traductora iniciada en el período anterior, respondiendo a la demanda creciente de lectores aficionados al crimen.
Por otro lado, hay que destacar la notable influencia del cine en la difusión de las historias policiacas, gracias a la filmografía norteamericana.
Las pocas novelas policiales españolas publicadas en este período solían copiar el modelo de las novelas racionalistas de enigma, localizando la acción en otros países y presentando a detectives extranjeros como protagonistas, en muchas ocasiones en clara imitación de otros personajes famosos.
El último cuarto del siglo XX
A partir de la década de los años 70, y sobre todo a partir de 1975, se produce en España un cambio importante en el relato policial que permite hablar por fin de la existencia de una auténtica novela criminal española.
La acción se localiza en España y se crean personajes españoles. Los autores incorporan procedimientos que elevan la calidad de las obras y firman sin pseudónimo. Se abandona la fórmula racionalista de la novela-enigma para usar el discurso realista y crítico del relato negro. Y, sobre todo, aparece una larga lista de autores y obras –tanto en castellano como en catalán– que cultivan el género policial.
Es en los años 70 cuando se afianza el género de la mano de Manuel Vázquez Montalbán y su detective Pepe Carvalho.
En estos primeros años los autores españoles aún beben de los maestros del género estadounidenses (Raymond Chandler, Dashiel Hammet…).
A partir de los 90 se introducen pequeñas variantes debido a los cambios políticos y sociales que se empezaron a vivir en esa época. Es cuando aparecen autores como Eduardo Mendoza y su novela “La verdad sobre el caso Savolta” (1975) o Juan Madrid con su saga “Brigada Central”, muy conocida por su adaptación televisiva.
Además de éstos, aparecen Antonio Muñoz Molina, Lourdes Ortiz, Andrés Trapiello, Francisco González Ledesma, Alicia Giménez Bartlett, Lorenzo Silva…
Todos ellos van introduciendo novedades acercando cada vez más sus historias a la sociedad que vivían.
Otro cambio importante es la aparición de parejas mixtas de investigadores, como en las novelas de Lorenzo Silva, protagonizadas por Bevilacqua y Chamorro, o las de Alicia Giménez Bartlett, con Petra Delicado y Fermín Garzón.
Por otro lado, es innegable la idoneidad del relato negro para exponer una crítica de la sociedad española, tal como han hecho en otros países Henning Mankell con la saga del inspector Wallander, Petros Márkaris con la saga del inspector Jaritos o Maj Sjöwall y Per Wahlöö con la saga del inspector Martin Beck.
La novela criminal española en el siglo XXI
No hay duda de que, en la actualidad, el género policíaco está mejor considerado y se ha producido un gran crecimiento del público interesado.
La novela negra española vive un momento dulce, con sagas y obras en las que se combina la investigación criminal y policíaca con la crítica social.
En los últimos años han aparecido gran cantidad de novelas magníficas para disfrute de nosotros, sus lectores.
La saga del memorable inspector Leo Caldas, creado por el escritor vigués Domingo Villar, la “Trilogía del Baztán” de Dolores Redondo o la “Trilogía de la ciudad blanca” de la escritora vitoriana Eva García Sáenz de Urturi son sólo algunos ejemplos de la formidable salud de la que goza la novela policial española en la actualidad.
Para más información sobre este tema, puedes consultar “Los primeros pasos de la novela criminal española (1900-1975)”, de José R. Valles Calatrava.
¿Sabías que la pionera en España fue Emilia Pardo Bazán? ¿Has leído “La gota de sangre”?