“La historia de detectives es un juego. Es más, es un evento deportivo. Y el autor de novelas de intriga debe jugar limpio con el lector. Ya no puede recurrir a artimañas y engaños. Debe ser más astuto que el lector y mantener el suspense de la novela a través de la pura ingenuidad.”
Este párrafo pertenece a un artículo de SS Van Dine en el cual publicó en 1928 su lista de 20 reglas para escribir novelas detectivescas y de misterio.
Pero, ¿quién era SS Van Dine?
Willard Huntington Wright (1888 – 1939) fue un famoso crítico de arte estadounidense que se inventó el seudónimo de SS Van Dine para escribir novelas policíacas.
Antes de la primera Guerra Mundial, Wright fue una figura importante en los círculos culturales de Nueva York. Firmó sus novelas con este seudónimo para ocultar su identidad y creó el personaje de un popular detective ficticio: Philo Vance.
El personaje de Vance llegó a ser muy popular en la época. Fue el protagonista de una saga de doce novelas entre 1926 y 1939, y también apareció en películas y en la radio.
Las películas sobre Philo Vance se rodaron aproximadamente entre 1925 y 1940. El personaje cinematográfico era presentado como un intelectual y seductor detective en Manhattan.
Aunque es un personaje olvidado hoy en día, fue muy famoso en su momento. Sin embargo, a la mayoría de los lectores actuales difícilmente nos gustaría. Nos parecería un personaje engreído y además bastante impertinente.
Las 20 reglas del escritor de novelas detectivescas
En un post anterior te hablé del London Detection Club. Era un club que reunía a la flor y nata de los escritores británicos de novelas de detectives. Enunciaron unas reglas de “juego limpio” en la ficción de género policíaco. Pero no eran los únicos preocupados por esta cuestión.
En la edición del 28 de septiembre de 1928 de la revista neoyorquina “The American Magazine”, apareció un artículo de SS Van Dine en el que enunciaba sus 20 reglas para escribir novelas policiacas.
Las enuncio (resumidas) a continuación, aunque debes tener en cuenta que, para captar plenamente el significado, te tienes que transportar a la mentalidad de hace un siglo:
1) El lector debe tener las mismas oportunidades que el detective para resolver el misterio.
2) El autor no puede utilizar trucos o engaños deliberados distintos de los que el propio culpable emplea ante el detective.
3) No debe haber ningún interés amoroso en la historia. Introducir el amor es abarrotar una experiencia puramente intelectual con sentimientos irrelevantes.
4) El propio detective, o uno de los investigadores oficiales, nunca debe resultar ser el culpable.
5) El culpable debe ser determinado por deducciones lógicas, no por accidente, coincidencia o confesión sin motivo.
6) Por definición, la novela policiaca debe tener un detective en ella. Su función es recopilar pistas y llegar a sus conclusiones a través del análisis de esas pistas.
7) Una novela policíaca sin cadáver no es novela policíaca. Ningún crimen menor que el asesinato será suficiente.
8) El problema del crimen debe resolverse por medios estrictamente naturalistas, es decir, sin intervención de espíritus o fuerzas sobrenaturales.
9) Debe haber un solo detective, es decir, un solo protagonista de la deducción.
10) El culpable debe resultar ser una persona que haya jugado un papel más o menos destacado en la historia, es decir, alguien a quien el lector conozca y le interese.
11) Los sirvientes, como mayordomos, lacayos, ayuda de cámara, guardabosques, cocineros y similares, no deben ser elegidos por el autor como culpables. Eso sería insatisfactorio y hace que el lector sienta que ha perdido el tiempo.
12) Debe haber un solo culpable, no importa cuántos asesinatos se cometan. Se debe conducir toda la indignación del lector hacia una sola naturaleza negra.
13) Sociedades secretas, camorras, mafias, etc., no tienen cabida en una novela policiaca.
14) El método de asesinato y los medios para detectarlo deben ser racionales y científicos. Una vez que un autor se eleva al reino de la fantasía, a la manera de Julio Verne, está fuera de los límites de la ficción detectivesca, retozando en los confines desconocidos de la aventura.
15) La verdad del problema debe ser evidente en todo momento, siempre que el lector sea lo suficientemente astuto para verlo.
16) Una novela de detectives no debe contener largos pasajes descriptivos, ni coqueteos literarios con temas secundarios, ni análisis de personajes elaborados sutilmente, ni preocupaciones por la atmósfera de las situaciones. Una historia de detectives es un asunto sombrío, y el lector acude a ella, no por los detalles literarios, el estilo, las bellas descripciones y la proyección de estados de ánimo, sino para la estimulación mental y la actividad intelectual, tal como va a un juego de pelota o a un crucigrama.
17) Un criminal profesional nunca debe cargar con la culpa de un crimen en una historia de detectives.
18) Un crimen en una historia de detectives nunca debe resultar un accidente o un suicidio. Terminar una odisea de detectives con tal anticlímax es jugarle una mala pasada al lector.
19) Los motivos de todos los crímenes en las historias de detectives deben ser personales. Nada de complots internacionales ni política de guerra.
20) A continuación enumero algunos de los recursos de los que ningún escritor de novelas policiales que se precie debería valerse. Se han empleado con demasiada frecuencia y son familiares para todos los verdaderos amantes del crimen literario. Utilizarlos es una confesión de la ineptitud y falta de originalidad del autor:
Determinar la identidad del culpable comparando la colilla de un cigarrillo dejado en la escena del crimen con la marca fumada por un sospechoso.
La falsa sesión espiritista para asustar al culpable para que se delate.
Huellas dactilares falsificadas.
La coartada del maniquí.
El perro que no ladra y por lo tanto revela el hecho de que el intruso es familiar.
El culpable gemelo del sospechoso.
La jeringa hipodérmica y el suero de la verdad.
La comisión del asesinato en una habitación cerrada.
El código que finalmente es descifrado por el detective.
Hasta aquí, las reglas de SS Van Dine.
A estas reglas, con los criterios actuales, les podríamos poner unas cuantas objeciones. ¿No te parece?
Por ejemplo, a mí me chirría la regla 11. ¿Por qué descartar al servicio y a los trabajadores? Y, en cuanto a la regla 16, a mí sí que me importa el nivel literario.
¿Cómo interpretar todas estas reglas?
Hace un siglo, se consideraba la novela policíaca como un especie de batalla de inteligencias entre autor y lector, algo así como un enfrentamiento para plantear e intentar solucionar un problema de índole lógica. Incluso algunos autores comentaron su parecido con la resolución de un crucigrama, un juego de ajedrez, un rompecabezas o un juego matemático.
Es precisamente esta idea la que conduciría a la complicación de las tramas. El autor buscaba la proeza sin preocuparse de si la historia era creíble o no. El lector exigía crímenes cada vez más raros.
En este contexto, la técnica del juego limpio fue propuesta para subsanar la mala costumbre de retar al lector a un duelo sin ofrecerle toda la información necesaria.
Pero ha pasado un siglo. En mi opinión, actualmente, estas normas, como las del London Detection Club, se pueden considerar como unas directrices, no como unas normas para seguir a rajatabla.
¿No has leído tú alguna novela policíaca en la que haya también alguna historia amorosa? Yo sí. Y si la novela es buena, me parece que no pasa nada porque haya también alguna escena romántica, ¿no?
Ah, y que conste que la propia Agatha Christie se saltaba estas normas. ¿Recuerdas quién era el asesino en su novela “Asesinato en el Orient Express”? Pues eso.
Más información sobre las reglas de la novela de detectives en la web de Mariano L. Guida.
¿Qué opinas tú de estas reglas?