Suspense sin trampas: El London Detection Club

Hace unos días te hablaba de la reina del suspense: Agatha Christie. Y te decía que era una autora que “no hacía trampas”. ¿Qué significa esa afirmación?

El London Detection Club

Cuando yo digo que “la escritora no ha hecho trampa”, me refiero a que el asesino y las pistas están ahí desde el principio, así que el lector podría ser tan listo como Poirot y descubrir al asesino. Bueno, ya te dije que yo no soy nunca tan lista como Poirot, pero no es culpa de Agatha, desde luego.

Por otra parte, existen clubes o asociaciones de autores que, entre otras cosas, se dedican a establecer qué se puede escribir y qué no en una novela. El objetivo es que el lector no se sienta engañado al llegar al final del relato.

Agatha Christie, sin ir más lejos, pertenecía al London Detection Club, fundado hace casi un siglo por un grupo de veintiocho escritores británicos de novelas de detectives con el objetivo de acabar con el debate acerca del juego limpio (o no) en la ficción de género policíaco.

El grupo de miembros original incluía a Agatha Christie, D.L. Sayers, Ronald Knox, Freeman Wills Crofts, G. K. Chesterton, Arthur Morrison, John Rhode, Anthony Berkeley, Jessie Rickard, Emma Orczy, R. Austin Freeman, G. D. H. Cole, Margaret Cole, E. C. Bentley, Henry Wade y H. C. Bailey.

Estos autores constituían la flor y nata de la literatura detectivesca británica. La mayoría de ellos crearon un detective ficticio que aparecía repetidamente en sus relatos, al estilo de Hércules Poirot.

La realidad es que solo unos pocos miembros se involucraban seriamente en las actividades del club. Varios de ellos ni siquiera asistieron más después de su iniciación.

Las actividades incluían la celebración de reuniones y cenas anuales, la gestión de una biblioteca propia del club y la edición de una serie de radio en la BBC.

Por otro lado, los miembros del Club no solo se ayudaban mutuamente con aspectos técnicos en sus escritos individuales, sino que también escribieron conjuntamente algunas obras del mismo género.

Por ejemplo, El almirante flotante, Pregúntale a un policía o Seis contra Scotland Yard son obras escritas por varios miembros conjuntamente, entre ellos siempre Agatha Christie.

Portada original de la novela El almirante flotante

El presidente del club

El primer presidente del Detection Club fue G. K. Chesterton. Puede que su nombre no te suene mucho, aunque quizá sí que hayas oído hablar del Padre Brown, un sacerdote católico que parece ingenuo pero es tan observador y tan conocedor de la psicología humana que resulta ser un detective extraordinariamente eficaz. Este personaje protagonizó más de cincuenta historias publicadas por G. K. Chesterton en cinco volúmenes, entre 1911 y 1935.

Dorothy L. Sayers, de la cual te hablaba hace unos días a propósito de Lord Peter Wimsey, también fue presidenta durante unos años, entre 1949 y 1957. A su muerte la sucedió Agatha Christie.

Pero de todos los presidentes del Detection Club, la personalidad más destacada fue precisamente Agatha Christie, sobre todo por su especial dedicación, pero también a causa del largo tiempo en que ostentó el cargo. Y probablemente hubiera continuado siendo la presidenta si no fuera porque la muerte le salió al paso en 1976, cuando llevaba 19 años de mandato.

El juramento para ingresar en el club

El juramento que se imponía a los miembros del club exigía su adhesión incondicional al principio del juego limpio, entendido como la exposición de las pistas de manera que el lector tenga la oportunidad de resolver el misterio. De esta forma se trata sólo de componer un rompecabezas del cual tenemos a la vista todas las piezas.

Las cinco reglas que estableció el Detection Club fueron las siguientes:

  1. La solución de todos los enigmas planteados debe ser imprescindible para la resolución del conflicto central.
  2. El detective ha de aplicar su habilidad e ingenio para resolver el enigma, de manera concordante con la historia y con la época en que se desarrolla.
  3. La solución debe ser solo parcialmente encubierta por el escritor. Las pistas han de ser suficientemente claras para el lector.
  4. Se debe prescindir de circunstancias improbables, fantásticas o inusuales, como personas con capacidades increíbles, venenos inventados, túneles o caminos secretos, casualidades extraordinarias, etc.
  5. Es inevitable que el detective esté del lado de la justicia y que al final el criminal reciba su merecido.
Portada de la novela Pregunta a un policía

Fueron muchos los miembros, tanto fundadores como incorporados más tarde, que no respetaron esas reglas, aunque continuaron rindiendo homenaje formal a los principios del club.

Ya durante la década de 1930 a 1940, hubo una revolución contra la aplicación estricta de estas reglas. Y esa revolución se gestó precisamente desde dentro del Detection Club. Lo cierto es que los autores no abandonaron por completo el enigma al estilo rompecabezas, pero varios de ellos le restaron importancia en relación con otros elementos puramente literarios. Incluso se felicitaban entre ellos precisamente por sus esfuerzos para escapar de la esclavitud de la fórmula.

Anthony Berkeley y Dorothy L. Sayers, dos de los miembros más activos del Club, son los disidentes más famosos de la ortodoxia impuesta por la pertenencia al club. Parece que fueron los propios escritores los que temían que “si la novela policíaca se vuelve demasiado estereotipada, si las reglas se aplican rígidamente, el género puede destruirse”.

Con el tiempo, particularmente después de la muerte de D.L. Sayers, el Detection Club relajaría aún más su requisito del juego limpio, hasta desaparecer del juramento de ingreso en la década de 1960.

El London Detection Club continúa aún hoy en activo. Su presidente desde 2015 es el escritor Martin Edwards.

Imágenes procedentes de Collecting Christie y CrimeReads

Más información en la web de Crime Reads

5 comentarios en «Suspense sin trampas: El London Detection Club»

  1. Siempre pasa igual: se redactan unas normas que buscan preservar la «pureza» de una idea, para a continuación saltárselas porque recortan la creatividad. Y si no, que se lo pregunten a Lars von Trier, fundador del movimiento Dogma, que preconizaba la realización cinematográfica siguiendo unas normas, normas que no dudó en saltase siempre que le convenía

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    • A principios de 1930, los ingresos por The Floating Admiral les permitieron alquilar un local en el Soho, donde se reunían para cenar y después tener una discusión amena «sobre pistas y cadáveres». Según explicó Dorothy L. Sayers en una entrevista, más allá de esto, el club no tenía objetivo «excepto la ayuda mutua, el entretenimiento y la admiración».
      El club cumple un objetivo, y yo supongo que por eso sigue existiendo en la actualidad. Pero desde luego ese objetivo no es cumplir escrupulosamente las reglas.

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      • No sé si a Knox, autor formal de las reglas, le parecerá que el objetivo no era cumplir las reglas, igual no sólo, pero seguramente también.

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        • Yo creo que la intención de Knox era que se cumpliesen esas reglas, desde luego. Y el objetivo inicial de los fundadores del London Detection Club también debía ser ése. Pero ha llovido mucho desde entonces.
          En aquel tiempo, la novela enigma, el acertijo por el acertijo era una gran novedad muy bien acogida. A día de hoy ya no lo es tanto y me parece que los autores de ahora son más bien reacios a sujetarse a normas.
          Bueno, es mi opinión (discutible, claro).
          Gracias por tu comentario.

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