Título original: Que Dios nos perdone
Año: 2016
Dirección: Rodrigo Sorogoyen
Sorogoyen nos deja clavados en la butaca con este potente thriller policiaco. Alberto de la Torre y Roberto Álamo encarnan a una pareja de policías que no son como los que acostumbramos a ver en las películas. Más bien nos parecen personas reales. Ambos hacen un papel excelente.
Y el final te dejará sin habla.
El argumento
Madrid, verano de 2011.
La crisis económica, el movimiento 15-M y un millón y medio de peregrinos que han venido con ocasión de la llegada del Papa Benedicto XVI conviven en un Madrid más caluroso, violento y caótico que nunca.
En mitad de este ambiente asfixiante, aparece asesinada una señora mayor, que además ha sido violada. Y luego otra. Por otro lado, la policía relaciona estas muertes con otra ocurrida anteriormente que se había archivado.
Hay que encontrar, cuanto antes y sin hacer ruido, al que parece ser un asesino en serie.
Los encargados de investigar el caso son Velarde (Antonio de la Torre) y Alfaro (Roberto Álamo), dos policías muy particulares. Esta caza contrarreloj les hará darse cuenta de algo que nunca habían pensado: ninguno de los dos es tan diferente del asesino.
Velarde parece el más competente del departamento, pero es tartamudo y suele ser el blanco de las burlas, incluso de su jefe. Alfaro acaba de volver después de una sanción porque no puede controlar su ira.
Aunque se dice, como siempre, que todo es ficción, yo creo que este argumento podría estar basado en unos hechos ocurridos a finales de los años 80 en Santander.
Un hombre joven cometió varios crímenes contra mujeres de edad avanzada, hasta el punto de que le apodaban «El Mataviejas».
El trasfondo del argumento
Toda la historia se sustenta en esos tres personajes: el asesino y los dos policías.
Los tres tienen graves problemas de personalidad.
Velarde, el tartamudo, es introvertido, solitario, es una persona absolutamente asocial que lleva una existencia gris que le disgusta profundamente. Eso le lleva a ser arisco y antipático.
Alfaro es violento y a la vez acomplejado. Es una persona individualista, cuya vida personal es un caos permanente que le asusta pero al que no sabe cómo enfrentarse.
La relación entre los dos policías, aunque son muy diferentes entre sí, resulta ser fluida porque se apoya en sus rasgos comunes: ser en el fondo alguien no quieren ser y esa escasa capacidad que tienen ambos para relacionarse con los demás.
Y luego está el violador y asesino de ancianas, encarnado por el actor Javier Pereira, que campa a sus anchas ante la impotencia de los policías. Por supuesto, arrastra un grave trauma que descubriremos según va avanzando la historia.
No importa de qué lado de la ley están. La presión para resolver el caso hará que los dos policías se den cuenta de una verdad evidente y terrible: quizá no son tan distintos de ese criminal al que persiguen.
Hay una escena en que uno le pregunta al otro qué haría si encontrasen al asesino. Ahí te queda claro lo que haría el violento Alfaro, pero lo que haría Velarde queda en la duda.
Yo creo que ésa es una escena crucial. La volví a recordar en la escena final porque entonces se aclara qué es lo que haría (y finalmente hace) Velarde.
En cuanto al título, Dios está presente en off, con la visita del Papa, pero desde luego tiene poco que ver con lo que hacen los personajes.
El resultado es un thriller tan brillante como poco corriente: dos policías obsesivos y asociales persiguiendo a un homicida obsesivo.
La película
Este thriller policiaco es el tercer largometraje de su director Rodrigo Sorogoyen, después de “Stockholm” y “8 citas”.
El guion se escribió a cuatro manos por el propio Sorogoyen e Isabel Peña.
El film fue merecedor de los siguientes premios:
2016: Premios Goya: Mejor actor (Roberto Álamo)
2016: Festival de San Sebastián: Mejor guión
2016: Premios Feroz: Mejor actor (Roberto Álamo)
2016: Premios Forqué: Mejor actor (Roberto Álamo)
Puedes ver el tráiler en la página de Sensacine.
¿Has visto tú esta película? ¿Qué te pareció?